Monday, December 18, 2006

Oxido

Juego amoroso practicado en el espacio común de dos estados diferentes, el sólido y el líquido. Digo sólido y pienso en el hierro, la prisión, la ley. Digo líquido e imagino, inevitablemente, la carne, la sangre, el deseo: ¿El corazón? El agua acaricia el hierro, oxidándolo. Agua caricia: el beso del agua, líquido, liquida la dureza del metal, la certeza, la inflexibilidad. El óxido es una cicatriz que no cicatriza nunca: herida boca abierta. Entonces del metal se ven los labios entreabiertos, la lengua ansiosa, los dientes afilados; seremos capaces, si ponemos atención, de escuchar el grito que se abre como una flor. Primavera del mineral. Grito no de dolor, sino de placer ante la caricia húmeda. En la oxidación el hierro se libera de su significado, de la conceptualización que le parecía propia, del simbolismo, por último, de la utilidad funcional. La prisión desaparece liberando, en primer lugar, a los barrotes.

Antonio Sustaita.

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